En medio de la tragedia que han generado los terremotos, en
mi país, Nepal, alzamos una voz a nivel mundial, una voz que vaya más allá del
clamor por la triste, terrible y agónica situación de las mujeres en esta
región del Himalaya.
Las mujeres aquí somos esclavas de nuestros maridos, de
nuestras etnias, nuestras familias y nuestras tradiciones.
Cuando nací llegué con cadenas que me acompañan el resto de
mi vida: deciden por mí desde siempre, me maltratan por ser mujer, como menos
que un niño varón, no voy a la escuela, deciden mi suerte para el matrimonio y
cuando llega esa hora paso al servicio de la familia de mi marido que me
maltrata y , en ocasiones podría abandonarme si engendro mas niñas que varones.
Si consiguiera trabajo, ganaría menos que un hombre. Imaginaros como será
nuestra existencia si se sabe que tenemos un promedio de vida por debajo del
resto del mundo.
Esto es debido al alto número de partos, la falta de
asistencia médica y los pesados trabajos antes, durante y después de la
gestación.
El nivel de explotación es notorio por las tareas esforzadas
que debemos cumplir, los escasos salarios y las deprimentes condiciones de
vida. No tenemos esperanza.
Marta Cortázar Marchena de 4ºD
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